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  • Foto del escritorBIENESTAR INFANTIL

Y volaron cometas...

Y volaron cometas, llenando el cielo de color, con sus papeles delicados pero ligeros y preparados para volar, sujetos a hilos; hilos cortos, hilos largos... y bailaron al son del viento obligándonos a subir la mirada, a ver más lejos.


En estos días desde mi ventana veo decorarse el cielo de mi barrio de cometas; cometas sujetas por manos de niños y niñas, con la ayuda de padres, madres, abuelos y/o abuelas. Una iniciativa para el respiro de nuestra infancia hasta hace días confinada. Una iniciativa que invita a volar, a sentir la libertad, a pintar de color el cielo. Una iniciativa que nos motiva a recuperar aquella particular manera de divertirnos casi ya olvidada, y que me lleva a recordar que en ocasiones lo más sencillo también puede llegar alto. No dejo de pensar en esta iniciativa como una buena metáfora de lo que nos acontece.


Nuestra infancia lleva días al son del viento, esperando decisiones, esperando sus medidas, ansiando volar sin estar sujeta a estos hilos… Nunca se crearon cometas para no ser voladas”, la verdadera naturaleza de la infancia es esta misma de la cometa; volar, volar fluidos pero seguros, con hilos, no hilos que limiten, sino hilos que protejan, con hilos sujetos por la atenta mirada del que espera que suba; que suba alto, que orienta en las rachas fuertes, que en ocasiones no puede impedir que caiga para luego subir, y que, cuando cae, sujeta delicado para impulsarla a volar nuevamente.


Al fin los niños volaron en las calles, volaron pero sujetos, pasarán días, meses... para poder volar con hilos largos, para explorar nuevas distancias, quizá cuando nos lleguen vientos mejores, vientos que nos inviten a volar más alto.



Son papeles delicados pero preparados a volar; nuestra infancia aparentemente vulnerable pero altamente competente en esta situación que nos ha tocado vivir; resilientes, obedientes, pacientes, bailando al son del viento que les lleva. Pintando balcones de esperanza, cielos de colores, ventanas de corazones… Han inspirando a las personas adultas a mirar más alto, a velar por su bienestar, a pintar el cielo del hogar de colores, a volar sujetados/as por hilos, a buscar en nuestros recuerdos nuestras viejas tradiciones, a recuperar la alegría de jugar, a recordar que con poco podemos divertirnos, a salir de las pantallas y buscar alternativas.


La cometa no estorba, su ruido es el de la risa; la cometa no es brusca, vuela delicada; pero cuando la cometa sale a volar todas las personas la miran, olvidándonos a veces que en su vuelo interviene el viento.


La cometa no vuela sola; necesita el viento, necesita al hilo y al que lo sujeta.


Suponemos que a estas alturas has descubierto quién es nuestra cometa. Te invitamos a volver a leer el texto poniendo cara de niño/a a esta cometa…


¿Quién será entonces el viento?






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