Termina el curso y este año más que nunca parece que todos y todas entonamos el himno del ALELUYA en mayúscula y en decibelios superiores. Han sido muchos los retos que hemos tenido que afrontar y superar; el primero el CONVIVIR CON LA AMBIGÜEDAD, haciendo gala de una gran flexibilidad para ajustarnos a las novedades surgidas en el día a día; haciendo lo que podemos, como podemos, en los ratitos que podemos…
En estos meses hemos desarrollado nuevas competencias y descubierto nuevos medios para la comunicación, para dar continuidad a la relación. Hemos, también dejado atrás, cartuchos de tinta y paquetes de folios que ahora tienen forma de fichas y dibujos. Nuestros hogares se han visto invadidos por manualidades, y nuestros ordenadores y teléfonos, de materiales audiovisuales que permanecerán, esperamos, para el recuerdo…
Pero si hay algo que estos días no ha quedado atrás, ha sido la buena voluntad de los y las maestras, de las familias y sobre todos de los niños y niñas por hacer lo posible para dar continuidad a su desarrollo educativo. SI DE ALGO NOS GRADUAMOS ESTO AÑO los y las maestros/as, familias y niños y niñas ES EN FUERZA DE VOLUNTAD, EN CONSTANCIA Y FLEXIBILIDAD.
Nuestros boletines tendrían que venir marcados por progresos adecuados en el uso de nuevas ventanas para la vida; ventanas que se abren en forma de aplicación, de redes sociales, de encuentros telemáticos…
Encuentros telemáticos a los que hemos acudido puntuales y un poco nerviosos/as, posiblemente con apariencia cuidada a medias, y en los que como las hipótesis que circulan acerca de los y las presentadoras de telediarios, muchos/as imaginamos a nuestros compañeras y compañeros en zapatillas y pijama de andar por casa, eso si la cara divina y el pelo atusado y en algún caso hasta planchado.
¡Qué bueno tener la posibilidad de al menos habernos encontrado en estas nuevas ventanas!
Han sido pantallas, en las que de alguna manera nos hemos colado en espacios de hogares ajenos (en los que en ocasiones nos ha resultado imposible no cotillear), donde hemos escuchamos los ruidos de los ambientes donde los otros habitan y los colores que les rodean e inspiran, donde hemos ensayado nuevas competencias, en ocasiones caído en el caos, jugado a ser traviesos/as y todo ello siempre a expensas del buen funcionamiento telemático.
Esta nueva manera de encontrarnos, en la que se han abierto nuevas ventanas, ventanas virtuales para compartir y que se han constituido como principal vía de socialización; ha requerido de un proceso educativo donde las competencias cívicas y sociales han tenido que ponerse en juego: respeto al turno de palabra, la escucha activa, guardar silencio para escuchar. Estos nuevos encuentros han requerido de nuevos aprendizajes: competencias digitales, investigación y ensayo en diversas plataformas, maneras de funcionamiento, paciencia en los procesos, agudización de la necesaria escucha… Todos ellos ricos y amplios aprendizajes que nos hacen merecedores del graduado en ventanas…
Pero a pesar de estos graduados y progresos adecuados, en estos días en que somos testigos de cómo poco a poco se han ido cayendo los arcoíris de las ventanas, han cesado los aplausos y los himnos nacionales en modo de Dúo Dinámico, y en los que la aparente normalidad parece abrirse camino, sigue perdurando la preocupación por afrontar un nuevo septiembre. Tras el inmediato aleluya de finales de junio, a algunos nos queda una sensación extraña, algo agridulce. El alivio se mezcla quizá en algunos casos con la pena, la extrañeza, la nostalgia.
La pena; la pena de los pasillos vacíos, de los materiales recogidos rápidamente en bolsas cual libros evacuados, los agradecimientos a los maestros y maestras a través de mascarillas y conversaciones rápidas, la ausencia de canciones y fiestas de fin de curso, las graduaciones a través de ventanas, en esta ocasión frías ventanas, como las despedidas sin abrazos…
La extrañeza; la extrañeza ante el repentino silencio y vacío en pasillos siempre ruidosos y concurridos, la extrañeza ante los uniformes que este mes no serán lavados a fondo para descansar en los armarios, ventilando otros colores… la extrañeza por las nuevas ventanas ahora cerradas, por la ausencia de ese murmullo que penetraba a través del ordenador en el salón.
La nostalgia del abrazo a mi querido/a maestro, a mi querido/a alumno/a; la nostalgia del amigo/a, del compañero/a, del compartir la alegría por el merecido descanso, del juego compartido en los patios en los que vive el recreo, de la celebración compartida por el cierre y la bienvenida a una nueva etapa.
Ante estas emociones encontradas, antepongamos LA ESPERANZA en la apertura de ventanas alentadoras de nuevos encuentros desde la presencia, en los que el ruido y el bullicio amenace con hacerse presente hasta cansarnos, donde vuelvan los abrazos y las ventanas virtuales sean sólo una opción y no la única opción, donde pongamos en juego lo aprendido en estos meses para volver a acercarnos y hacerlo mejor, de manera más amorosa, más cercana, más respetuosa. Imaginémonos transitando el mundo pisando desde el suelo paseando por patios, pasillos, parques, plazas llenos, donde vuelen balones, bailen abrazos, lo llene todo la risa… Ojalá esto suceda hasta volver a molestarnos y entonces miremos atrás, recordemos estos días y dibujemos una sonrisa porque esto que ahora es, es lo que debe ser y ¡ummm y que rico q es!!
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